Creo que todo comenzó con una fotografía que colgaba del departamento de mi abuela, donde viví un par de años, en Santiago. Era una fotografía en blanco y negro de una lámpara de aceite y otros cachibaches de metal y vidrio. La imagen parecía movida, pero no lo estaba; la lámpara parecía prendida, pero estaba apagada; todo pertenecía al departamento, la lámpara estaba en la mesita triangular y en el estante con botellitas descansaban los ceniceros y tapones de cristal, pero no eran.